martes, 5 de marzo de 2013

Diario de Viaje - Parte I - Carhue y Ex Villa Epecuen

Tarde llego la idea de documentar en papel o en otro medio, parte de lo que vivimos en nuestras vacaciones de este año.
Salimos el 18/02/2013 desde Berazategui, la manada estaba compuesta por dos humanos y dos perros..
Realmente me gustaria separar los días en que estuvimos en cada lugar pero se me hace complejo, en Carhue pasamos 3/4 días,  y despues seguimos con la gira.
Empezamos con la idea de conocer algun lugar nuevo en el que acepten mascotas (ya que cuando emprendemos un viaje debemos llevarlos con nosotros), uno de esos lugares "Pet Friendly" era "Carhue", nos llamo la atencion no solo por que al buscarlo en el mapa contaba con una laguna enorme (casi un mar en nuestros pensamientos inocentes e infantiles) y por que las ciudades contiguas tenian nombres indigenas, lo que nos llamo muchisimo más la atencion.
Fueron aproximadamente 590 kilometros en auto.
El primer dia lo pasamos en un camping, la verdad que el trato de la gente del lugar fue maravilloso, todos nos hicieron sentir como en "casa".
Queriamos que fuera nuestra casa.
El primer encuentro con la laguna fue extraño, no era lo que esperabamos, habiamos leido sobre las propiedades curativas de la laguna.
Segun lengua Mapuche, Carhue significa "lugar verde", proviene de CARRE: Verde o verdor y HUE: Lugar o donde hay, Epecuen en cambio significa  Epe: casi. Cuel: limite, casi limite
En un local de alquiler de casitas y departamentos para vacacionar nos entregaron un plano turistico de la Ex Villa Epecuen y dos leyendas referidas a la laguna.

Leyenda 1: "La Leyenda del Lago Epecuén" Por Maribel González

Aprovechando los últimos días de calor y el buen tiempo que Marzo nos regaló, después de muchos años volvimos a visitar Carhué; sabiendo los grandes problemas por los que ha pasado esa zona, grande fue nuestra sorpresa. Encontramos un lugar que cuenta con todas las comodidades para quien decide disfrutar sus aguas, cosa que por la temperatura de ese día pudimos hacer. Estuvimos en la isla, un complejo turístico que colma las necesidades de quien lo visita. Pudimos comprobar el gran trabajo que ha realizado la comuna ganándole la batalla a las aguas, y dando así un marco de seguridad y buen gusto a este lugar.
Pero nuestra meta era Epecuén. A pesar de que gente del lugar nos advirtió que no veríamos nada, nos indicaron el camino, y bordeando las aguas por senderos de tierra, llegamos.
Y allí bajo esas aguas llenas de soledad estaban nuestros recuerdos de aquellas lejanas y alegres vacaciones. Brotaron en nuestra memoria el sol, la sal, la sombra de aquellos tamariscos, la matineé con su pianista, tanguerías, los carnavales, luces, colores, corsos y comparsas.
Y desde la orilla mirando esas aguas cubriéndolo todo, recordamos la leyenda de Epecuén, la cual más que leyenda, parecía una realidad.
"Cuenta la leyenda que hace muchísimos años a orillas de un caudaloso río, después de un incendio de bosques, fue encontrado un niño por una tribu de indios leuvuches que recorrían la zona. Lo recogieron y lo llevaron al cacique Pichachen (Hombre Grande) que lo adoptó y le dio por nombre Epecuén (Casi Asado). Este cacique tenía su territorio en la margen del Curi Leuvú (Río Negro) a poca distancia de la confluencia del Neyen (Río Neuquén) con el Limay.
Allí creció Epecuén, distinguiéndose pronto por su gallardía, su destreza en el manejo de la lanza y la gran resistencia para la marcha. En cierta ocasión el cacique Pichachen invadió con su gente, la región de la pampa central habitada por los puelches y llegó victorioso hasta la región del Carahua Mapú. Epecuén, joven y apuesto, se apodero de la hija del cacique pampa Loncovuta, llamada Tripantu (Primavera), de la que pronto se enamoró, siendo correspondido.
Transcurren así una luna entera de felicidad.
Pero al poco tiempo se cansó Epecuén de ella y dio su amor a otras cautivas que alternativamente fueron objeto de sus preferencias. Entre tanto, el cacique Loncotuva, que había escapado cuando la suerte del combate se presento adversa para los suyos, comenzó a reclutar gente entre las tribus amigas. Al principio, la pobre Tripantu dudaba que fuera cierta la infidelidad de Epecuén, pero una noche de luna llena se convenció de ello por sus propios ojos, y comenzó a llorar tanto, que con sus lágrimas se formó un gran lago salado que llegó a ahogar a Epecuén y sus favoritas. Cuando su padre, el cacique Loncotuva, regresó con los refuerzos, donde antes era pampa ondulada no encontró más que un inmenso mar, en cuyas orillas vagaba -perdida la razón- su hija Tripantu. Pero, una noche de luna, se oyeron voces que parecían salir del lago, algo así como un llamado de amor a Tripantu. Y a la mañana siguiente, ya no la encontraron.
Desde entonces, el lago se llamó Epecuén y fue considerado sagrado por todas las tribus de la zona, sirviendo a la vez, de límite entre las tierras ocupadas por los puelches - pampas y los ranqueles.
Y cuentan los viejos moradores del lugar, que en ciertas noches de plenilunio, cuando las aguas tranquilas del Lago reflejan la luz de la luna como si fueran un inmenso espejo de plata, se pueden escucharlas voces de Epecuén y Tripantu que rememoran la dicha de aquel primer encuentro.


Leyenda 2: "La Leyenda del Lago Epecuén"

“Epecuén se llamaba la hermosa india, hija del jefe de la tribu; Epecuén, la de los ojos azules y carnes cetrinas, que parecían de aurora, de luna y de miel. Sus pupilas estaban rodeadas por tonos azules, tan azules, límpidas y luminosas que muchas veces pensaron los jóvenes guerreros si tendrían ese color de tanto mirar los cielos o si estos eran azules de tanto mirar esos ojos.
Epecuén, flor hermosa de esas inmensas llanuras, verdeantes en las primaveras, y de bronce pajizo en los días estivales.
Los caballos inquietos se arremolinan en torno de la hoguera que en los campamentos dan la ilusión perfecta de estrellas caídas por equivocación en una tierra que por su inmensidad dilatada, es bajo la noche, imagen de otro cielo. A la entrada de la carpa del jefe, se apiñan los caciques para un conciliábulo. Es angustia la serenidad de la noche pampeana.
¿Qué fraguaron en su secreto deliberar los viejos caciques de mirar selvático, de movimientos felinos como jaguareté y de cabellos ondeantes y renegridos como plumas de bigüáes?
Pronto se supo y la noticia cundió como un grito jubiloso de victoria entre todos los mancebos de la tribu, que se morían de amor por EPECUEN , la dulce india, de pupilas azulosas de turquesa y labios rojos como flor de ceibo.
El guerrero que en las próximas peleas demostrará más valor, y acopiará mayor botín, sería elegido dueño de la sin par doncella y todos, al ser notificados, murmuraron sordamente y avanzaron el puño nervioso hacia las lanzas, dispuestos a probar en el acto su gallardía.
Y ese día llegó y las tribus rivales huyeron acobardadas ante el empuje de un solo hombre, agitado por el fervor amoroso, con mil garras, avasallador como el torrente y tajante como la flecha que hiende el vacío. Carhué, el joven guerrero ungido en la lucha bravía, para unirse a la divina Epecuén, la rosa agreste de la pampa, la de los ojos espolvoreados de brillos azules y labios cordiales y la de tez cobriza, como la tarde que se esconde en las madrigueras terrosas.
Ella se sintió deslumbrada. La arrogancia del hombre, su fuerza y valentía, escarbaron en su alma y depositaron el germen sagrado del amor. El bizarro Carhué la sedujo, y con el fuego de su corazón encendió el fuego de la pasión femenina, con llamas extrañas. Se amaron, se adoraron, se idolatraron.
Pero pocos días antes del casamiento, una circunstancia inesperada, vino a truncar las ilusiones. La piqueta de la desgracia empezó su labor demoledora, la espina de la fatalidad desgarró sus ardorosos corazones. El hermoso Carhué se moría presa de una extraña enfermedad que redujo su organismo a una inmovilidad absoluta, como un pedazo de carne sin voluntad, impotente.
Ella, la inefable Epecuén, percatada de su infortunio, lanzoce cierta noche a campo traviesa hasta caer desfallecida, acariciada por los rayos de luna que se conmovía en las alturas. Lloró, lloró mucho, las lágrimas corrieron por sus mejillas que nadie besara, como un hilillo al caer, como un brillo de fuego fatuo en la noche de sus pupilas.
Siguió llorando, las lágrimas fluyeron abundantes, tan abundantes que poco a poco semejaron un delgado manantial, que bajaba fugaz, cristalino, en su llanto inacabable. La nocturnidad la acobijaba, con leve ademán de madre, en el centello de las estrellas y las diáfanas tinieblas.
Y al fin de Epecuén, no quedó nada. Sólo una pequeña laguna de lágrimas acerbas. El dolor había convertido a Epecuén en esa cuenca de ternura acuosa, que podía ser su alma lágrimas, nada más que lágrimas.
Enterado Carhué de la desaparición de su amada, pidió a gritos que se lo condujera por los verdes prados para buscarla. Accedieron a ello. La placidez pampeana se alteró al paso de esa angarilla donde yacía el paralítico que iba en pos de su bienamada. Vana Búsqueda. Después de largo peregrinar, se detuvieron junto a una laguna de linfas claras. Carhué creyó percibir una voz dulcísima que lo llamaba. Se emocionó, ordenó que le ayudaran a entrar en la laguna. Sus ojos alucinados creyeron ver vagas sobre la superficie una figura etérea, como un águila dorada, los brazos alados en cruz. El rostro era de Epecuén. Penetró en las tibias aguas sin poder mover, transfigurando de ansias y de esperanzas. El milagro fue inmediato. Carhué salió de la laguna, sano, vigoroso, ágil. ¡Bendito seas poder del amor, emanación divina!. El amor había creado sobre el corazón destrozado de una virgen, esa laguna maravillosa para bien de los dolientes.
Y desde entonces, en las noches serenas, el susurro del Lago es cual un bisbiseo de almas enamoradas. Como el Eufrates y el Tigris, que la vieja hermenéutica de los hindúes y persas santifica.
Epecuén está bendito por el sacrificio, y prodigio suyo es el milagro de curar todos los dolores, porque el sacrificio nos acerca a Dios”


Previo a saber "la verdad" sobre la villa, Juan (mi compañero de la vida y de viajes, mi amor) indago un poco sobre la laguna, a lo cual un hombre del camping le comento que era muy triste para ellos recordar a aquel pueblo y lo que paso, "fue como una guerra para nosotros".
Esas palabras resonaron en nosotros hasta que finalmente emprendimos un nuevo viaje hacia las ruinas de Epecuen.
Para nuestra sorpresa al llegar al lugar luego de un viajecito no muy corto, nos encontramos con edificios en ruinas, una ciudad completa en ruinas, avanzamos por la avenida central hasta chocar con lo que quedaba del balneario Municipal, arboles, hoteles, todo, todo habia arrasado por el agua.
Realmente no se cuanto tiempo estuvimos en la ex villa.
Recorrimos los alrededores que se podian transitar, llegamos a lo que quedo del Matadero y observamos el poder del agua al destruir un castillo que se habia alzado a orillas del lago hace varios años atras.
Otra cosa que llamaba la atencion y podrucia esa inexplicable sensacion de tristeza y miedo eran los arboles pelados y blancos, todos blancos como fantasmas..


Desde lo personal, fue increible haber llegado a un lugar asi, la tristeza, la desolación y esa sensacion extraña de "no se que" que transmiten esas construcciones que recien hace poco el agua empezo a dejar ver.
Es que el lago se llevo todo.
En todo momento pensé en los antiguos, los originarios, aquellos primeros habitantes de esas tierras, en el "poder curativo" de las aguas, en las leyendas indigenas de la zona..

Quiero remarcar una anecdota antes de seguir el viaje.. volviendo del matadero, donde encontramos un perro muerto, pero no muerto (podrido) .. si no dormido, tranquilo, eligio ese lugar apartado para morir, el perro no nos permitio subir a los pisos más altos del matadero... pero eso en realidad no es la anecdota, volviendo, vimos un grupo de chivos/cabras que estaban en el camino, habia una (que para mi era una cabra pero para Juan era un chivo) nos miraba fijamente mientras que el resto de la manada se perdia en un pastizal cercano a unas casas devastadas.
Bajamos del auto para acercarnos, pero finalemente se perdieron... y la verdad que a mi un poco el miedo me gano y decidi volver al auto.
Despues de la visita a la ex villa turistica, pasamos un dia más en Carhue y decidimos partir para Sierra de la Ventana.

Para finalizar un poco con el tema de estas dos ciudades dejo una nota del diario Nacion que habla un poco de que fue lo que pasó:

http://www.lanacion.com.ar/1271457-epecuen-el-pueblo-que-emergio-de-las-aguas

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